Acerca del amor y otras locuras

Por María Inés Alvarado
Son varios los temas que se pueden llevar al aula en relación a esta situación. La mayoría de los comentarios que circularon por los medios se quedaron con la mira puesta en el acto de violencia física desarrollado por el actor Will Smith hacia el comediante Chris Rock, pero si se quiere analizar el hecho desde una perspectiva de género, se puede poner en juego, no solo el acto físico de la cachetada, sino también el lugar social de la broma o chiste y la compleja romantización que socialmente se hace del cuidado de varones a mujeres.

El chiste, broma o chascarrillo es un tipo de discurso breve que se hace con el propósito de hacer reír a una audiencia determinada. Normalmente se trata de una anécdota, un comentario o juego de palabras que utiliza recursos como la sátira, la ironía, la burla o la crítica. Parece un recurso inocente, pero en la vida real, el chiste suele tener connotaciones discriminatorias y, mal empleado, humillar o hacer daño.
Las bromas tienen su origen en la mirada estereotipada y, casi siempre, se basan en los prejuicios y la discriminación. Ya sea positivo, o negativo, el estereotipo daña a alguien, porque está acompañado de generalizaciones. Además, suelen provenir de prejuicios basados en conductas condicionadas. Cuando alguien hace una broma, se genera una reacción discriminatoria. El episodio ocurrido la noche de entrega de los premios Oscar no es aislado, forma parte de la cultura discriminatoria que existe socialmente acerca de opinar sobre los cuerpos ajenos.
La belleza de las mujeres es uno de los temas que sigue generando bromas, tanto en las calles como en las aulas, pequeños reductos donde se presentan a diario violencias relacionadas con un humor agresivo. La competencia por demostrar quién es mejor, saca mejores notas o tiene más altos promedios genera burlas, al igual que el color de piel, de cabellos o los estereotipos de delgadez. En las escuelas se premia a quien tiene mejor rendimiento escolar con la portación de bandera, como se resalta también a quienes tienen belleza hegemónica en las portadas de las revistas, obligando al resto de la humanidad a permanecer en el olvido de la mediocridad.
¿Y qué pasa con la romantización del cuidado? “El amor te hará hacer locuras”, justificó Will Smith su arranque de violencia luego de pasar al escenario más importante del mundo de la cultura para recibir un premio por la interpretación que hiciera de Richard Williams, un “padre loco”, controlador y obsesivo, que justificó cualquier acción con tal de ver a sus hijas triunfar en el deporte que él les eligió. Como si fuera parte de la ficción, eligió “defender” a la persona que ama con un arranque de violencia delante de una multitud que luego festejó su premio. El cuidado excesivo que demostró el actor no hace más que perpetuar actitudes machistas que se reproducen a diario en parejas jóvenes.
“Esa que está ahí sentada es mi mujer, y si sale con amigas un fin de semana, me empastillo porque si no muero de angustia”, expresó un adolescente de 17 años al referirse a su novia, compañera de curso, cuando al día siguiente llevé el debate al aula. ¿Cómo deconstruir mandatos patriarcales de posesión si a diario los medios reproducen y naturalizan este tipo de acciones que justifican la violencia para “cuidar” a quien amamos? Difícil tarea.
La violencia no es solo es el acto físico de golpear a otro. Como escribió Esther Pineda: “la atención y el protagonismo (mediático) quedó reducida a los hombres y la violencia entre ellos”, cambiando el eje de lo que realmente debía visibilizarse: por un lado la violencia estética ejercida por un varón, en un discurso que quería ser gracioso y que sólo juzga la belleza hegemónica como si fuera un valor social construido a partir de la apariencia física y, por otro, las actitudes machistas que perpetúan las violencias de los varones sobre las mujeres. El amor no lleva a la locura, ni a cometerlas. Nadie debe justificar conductas violentas en nombre del amor porque estas acciones solo desarrollan más violencia.
No dejemos pasar la realidad para llevar la ESI a las aulas. Los medios son la visibilización pública de lo que vivimos, si en ellos se reproduce y legitima la violencia, niñeces y adolescencias entienden que esto es parte de la normalidad.
