Desarmando mitos


La ESI no es hablar de sexo
Dictar contenidos ESI no es “hablar de relaciones sexuales”, sino de “sexualidad”, entendida por la OMS como “un aspecto central del ser humano que está presente a lo largo de su vida. Abarca el sexo, las identidades y los roles de género, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción”. La correcta aplicación de los contenidos ESI ayuda a diferenciar los aspectos biológicos (sexuados), del género (cultural) y de la sexualidad (subjetivo).
La ESI no es el feminismo
La sanción de la Ley 26150 que crea el Programa Nacional de Educación Sexual es un logro alcanzado por los feminismos y organizaciones sociales de defensa de derechos humanos. Quienes se escudan en que no comparten el feminismo para negar la ESI, lo único que hacen es negar un derecho que fue consensuado a fuerza de luchas de diversos actores sociales. Las mujeres siguen luchando hoy por alcanzar paridad en todos los ámbitos tanto públicos como privados y en poner freno a los femicidios, al igual que los colectivos que agrupan a la comunidad LGBTTTIQNB+, invisibilizada durante años y que siguen abriéndose camino en una sociedad patriarcal que ha silenciado sus voces sistemáticamente.
La ESI no es la clase de Biología
La ESI abarca contenidos propios de las ciencias naturales: el sistema genital, la reproducción, el funcionamiento de los órganos genitales, la correcta utilización de MAC, la prevención y promoción de la salud, entre otros. Pero si entendemos a la persona humana como un cuerpo que comprende lo biológico, lo psicológico, lo sociocultural y lo ético jurídico, la ESI excede la clase de biología al pensarse desde la mirada transversal en cada nivel educativo y/o asignatura escolar.
La ESI no es salud reproductiva
A lo largo de la historia, la medicina ha desarrollado múltiples posibilidades para tratar enfermedades y prevención de las mismas, incluidas las relacionadas con el sistema genital. La ginecología y la sexología, por ejemplo, han ocupado estos espacios de construcción del saber para atender las sintomatologías relacionadas con este. Si se interpreta la sexualidad solo como el aspecto que la reduce a la capacidad reproductiva, se la limita a pensar en las personas con la única finalidad de gestar vida, desconociendo la importancia de cuidar un cuerpo íntegro que siente deseo, placer y que expresa sentimientos y emociones. Si la educación sexual se limita a la prevención de enfermedades y/o infecciones de transmisión sexual, se dejan de lado otros aspectos vinculados a la promoción de derechos.
La ESI no es ideología de género
El género es una categoría social de análisis que plantea que las diferencias entre varones y mujeres son producto de causalidades culturales, que han asignado a la diferencia biológica características de género. No existe la “ideología de género”, quienes sostienen esta mirada acerca de la educación en sexualidad, son voces que tergiversan los contenidos de la ESI promoviendo desinformación y generando temor en familias e instituciones. Lo correcto sería hablar de “enfoque de género”; adecuado para entender la importancia de construir una sociedad con equidad, que genere estrategias educativas para desnaturalizar la heterosexualidad como única forma de relacionarse sexo afectivamente.
La ESI no te hace elegir o cambiar la orientación sexual
La orientación sexual se refiere a la atracción física, romántica, emocional, sexual y erótica hacia otras personas. Es un impulso vital intersubjetivo, no se puede obligar a nadie a sentirse atraída por otra persona por una decisión cultural. La ciencia acuerda que la orientación sexual es el resultado de una interacción compleja de factores biológicos, cognitivos y del entorno. Enseñar ESI lo único que brinda es la posibilidad de que no exista discriminación por la elección personal que cada persona haga en relación a su vínculo sexo-afectivo.
La ESI no es lenguaje inclusivo
En muchas instituciones, el uso del lenguaje inclusivo no sexista se ha vuelto imprescindible para la elaboración de materiales educativos y académicos; sin embargo, aparecen tensiones entre sectores conservadores que siguen resistiendo el cambio cultural que promueve su uso. La ESI es más que el uso del lenguaje inclusivo e inclusivo no sexista. Lo incluye y lo sostiene, porque forma parte de las transformaciones que se hacen necesarias incluir en la educación para terminar con las desigualdades de género, que oculta, silencia y menosprecia a las mujeres y las disidencias sexuales. Usar el lenguaje inclusivo no sexista no es sólo cambiar de letras, es una apuesta a la inclusión y a la visibilización.
Cuando se pueda comprender y entender de qué se trata la ESI y se empiecen a desterrar estos mitos que no permiten su total implementación, es posible que se logre allanar el camino para que el proceso de enseñanza-aprendizaje de la ESI sea una realidad.