Femicidios y femicidas: un problema de varones que acaba con las mujeres

Por María Inés Alvarado
Durante el último fin de semana se hizo viral un video donde el conductor radial Lalo Mir le habla a los varones como responsables de la violencia machista. “No somos parte del problema, somos el problema”, enfatiza afirmando que el número de m ujeres asesinadas en manos de quienes dicen amarlas, ya alcanzó las 48 víctimas confirmadas en lo que va del año, dejando un saldo de casi un femicidio diario.
A lo largo de los más de tres minutos que dura el video, con evidente enojo en su rostro y su voz, invita a los varones a reflexionar y modificar sus conductas. Con mucha certeza manifiesta la lucha de tantas mujeres que vienen desarrollando acciones para defender causas de derechos de todos y todas. En un listado descriptivo que involucra a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a las Madres de Dolor, a Mamá Cultiva y al Movimiento Ni Una Menos pregunta -y se pregunta- “¿Dónde estamos los padres, los hombres? (…) ¿Qué sentimos? ¿Cómo nos podemos involucrar? (…) “¿Qué onda los amigos de los asesinos? ¿Los del grupo del whatsapp, los del picado, los de la pizza y la cerveza? ¿Seguiremos mandándonos memes y chistes estúpidos que denostan a las mujeres? ¿Qué onda si te llama y te dice ‘me mandé una macana’ (…) Como si fuera la travesura de un pendejo…”, demostrando así que el problema involucra a todos los varones, a los femicidas, a sus amigos, a sus cómplices y a quienes los apañan.
La selfie protagonizada por los defensores oficiales del acusado por el femicidio de Fátima Acevedo con la leyenda “Derroche de facha” pone de manifiesto cómo la complicidad masculina frente a la vulneración de los derechos de las mujeres es un grave problema a resolver. No es un problema de clase, no es un tema económico, no es falta de sentido común: es la manera en que se han ido construyendo las relaciones de género en torno a las desigualdades de unos sobre otras. No es sólo pedirle a los varones que dejen de lado conductas machistas, es hora de comenzar a trabajar para deconstruir prácticas y discursos violentos y de poder asociados a la masculinidad, que dejan entrever tramas de complicidad y privilegios.
Históricamente, las distintas culturas han construido y transmitido representaciones sociales y formas de comportamiento que fueron definiendo modelos o conductas asociadas a lo masculino o lo femenino, generando estereotipos que fueron legitimando el poder de los varones sobre las mujeres y, también, de sus cuerpos. La diferencia biológica de sexo, que asocia lo masculino con la fuerza y la virilidad, ha colocado a los varones en el monopolio exclusivo del espacio público, la manutención del hogar y la toma de decisiones, posicionando a las mujeres en los ámbitos privados, rol que refuerza la maternidad. Esta diferencia social basada en lo biológico, legitima que los varones disfruten de condiciones laborales más ventajosas: mayor salario por igual tarea y mejores oportunidades de ascenso social, situaciones ambas que naturalizan la desigualdad de género a través de ciertos mandatos que todavía hoy operan en nuestra sociedad. Esos mandatos, producto de los estereotipos mencionados anteriormente, han construido varones que necesitan demostrar su virilidad para exaltar su superioridad, reprimiendo las emociones y demostrando, a través del ejercicio de la fuerza física, dominando a las mujeres, quienes han sido educadas para la obediencia, el sentimentalismo y la debilidad. En el contexto de estas construcciones sociales e históricas, “la violencia de género se define por las relaciones desiguales de poder que subordinan a las mujeres, por las relaciones patriarcales que hacen de las mujeres (y los hijos e hijas) propiedad de los varones y responsables del cuidado del hogar y los trabajos domésticos” (Maffia, 2016).
¿Qué es lo que lleva a un varón a ejercer violencia sobre su pareja? Sin duda, la violencia machista es un mecanismo de control, que actúa como disciplinamiento para mantener ese orden social histórico que determina que los varones son la autoridad y quienes toman las decisiones. Mujeres sumisas al deseo de quienes dicen amarlas es lo que ha construido el patriarcado; cuando alguna de ellas se rebela a ese discurso, los varones muestran su cara de golpeadores, controladores y/o maltratadores ejerciendo dominación y abuso de poder para volver a encauzarlas en el rol de “chica buena”. Los femicidios ocurren porque no existe aún una educación sexual integral y con perspectiva de género que ayude a cuestionar este orden social hegemónico y visibilizar los mecanismos que hacen posible denunciar las desigualdades.
El Programa Nacional de Educación Sexual Integral, que se crea a partir de la aprobación de la Ley 26150 plantea, entre sus objetivos Procurar igualdad de trato y oportunidades para varones y mujeres, haciendo hincapié, justamente, en abordar en las aulas conceptos relacionados con las violencias y los estereotipos de género, desde la educación inicial, para que se vayan afianzando en la primera infancia los cambios necesarios para evitar modelos de masculinidades que maltratan. Es un grito de docentes y de la militancia feminista que la única manera que existe para terminar con los vínculos violentos, y construir relaciones más equitativas e igualitarias, son los contenidos que propone la ESI, que debe ser transversal, integral, permanente y con perspectiva de género. Las instituciones educativas son quienes deben generar este proceso de construcción de un orden pedagógico que contribuya a conformar relaciones de género que promuevan iniciativas orientadas a la igualdad de derechos y la convivencia saludable entre varones y mujeres.
Para eso se hace indispensable realizar actividades que ayuden a revisar los modos de vínculos en las aulas, los usos del lenguaje, la organización de la vida escolar en los diversos ámbitos, en los patios, en las entradas y salidas de las escuelas o en el uso de los uniformes. Las escuelas y sus docentes deben actuar como ámbito protector de derechos de las personas y tienen la responsabilidad de intervenir frente a todo tipo de vulneración de los mismos, tales como maltratos, violencias o abusos sexuales en niñeces y adolescencias.
“Si no damos ese paso nosotros los varones, el asunto no tiene ni tendrá solución”, afirma Lalo Mir en su video, invitando a los varones “a formar parte de esta avanzada que sólo lucha por un poco más de amor y de humanidad”. Quienes apostamos a la ESI sabemos que otra masculinidad es posible, si se acompaña de un cambio social y cultural que desnaturalice ciertos paradigmas en relación a los géneros, si se aborda en la escuelas de manera temprana cuestiones como consentimiento, igualdad, reciprocidad, respeto y no discriminación.
Link al video del locutor: https://www.instagram.com/tv/CLafheXH5QI/?utm_source=ig_web_copy_link