Reflexiones sobre la Guerra de Malvinas para llevar al aula
El 2 de abril del año 1982, tropas argentinas desembarcaron en las islas Malvinas luego de que el entonces presidente de facto Leopoldo Galtieri, diera la orden de recuperar la soberanía en el archipiélago que había sido usurpada por Gran Bretaña en 1833.
Nuestro país no se hallaba en la mejor de las realidades posibles. Una dictadura cívico-militar ejercía el poder desde hacía siete años y el escenario político, social y económico que se vivía era desalentador. Los militares intuían que poco les quedaba para perpetrarse en el poder. Atrás habían quedado las estrategias marketineras de un Mundial de Futbol manchado de corrupción y ya nadie creía en las bicicletas financieras. Las denuncias por desapariciones forzosas de personas aumentaban y la posibilidad de realizar un acto patriótico y heroico que mejorara su imagen como gobierno motivó a tomar como estrategia la recuperación de las Islas Malvinas bajo las armas.
El país no estaba preparado para llevar adelante una guerra armada. Jóvenes de sólo 18 ó 19 años que apenas habían terminado su secundario, y que estaban cumpliendo con el servicio militar obligatorio fueron desarraigados de sus pueblos y llevados engañados a cumplir con maniobras militares sin armamento suficiente, escasa capacitación y en un lugar frío donde ni siquiera alcanzaba el abrigo y menos los alimentos.
De repente, sin buscarlo ni entender por qué estaba pasando eso, se encontraron luchando cuerpo a cuerpo con soldados profesionales que los superaban ampliamente en cantidad y equipamiento. Sin embargo pusieron en ese lugar todo lo que se habían llevado de sus casas: amor a la patria, el recuerdo de sus familias y el anhelo de ser recordados como héroes.
La guerra duró apenas 74 días. Perdimos, era obvio. La extraña sensación de espanto y desolación que quedó flotando en el aire de toda la ciudadanía argentina se llevó el orgullo de quienes creyeron en que esa estúpida recuperación sería posible. Perdimos, no sólo la guerra. La muerte de 649 jóvenes argentinos fue el aterrador saldo de esta guerra infame. Ellos ni siquiera volvieron a sus casas, ni a sus pueblos, sus familiares nunca pudieron despedirse de sus cuerpos porque nadie se acordó que ellos habían estado allí, combatiendo, peleando por la soberanía, por nuestros derechos, contra el frío, el hambre y la desolación. Otros 1063 resultaron heridos y quedaron afectados por lo vivido. Un grupo de mujeres, civiles y militares, acompañaron desde el silencio como enfermeras, instrumentadoras, diplomáticas y técnicas, aunque su activa participación fue borrada durante años de la memoria colectiva.
Los errores y horrores que llevaron a cabo esta locura no deben olvidarse, sino analizarse, estudiarse y comprenderse para que nunca más vuelvan a suceder. Al igual que el reconocimiento al honor, la entrega y el valor de quienes entregaron sus vidas y así poder honrar el camino transitado por nuestros héroes de Malvinas.
En este nuevo aniversario de este hecho, y en pleno año electoral, es nuestro deseo que podamos explicarles a niñeces y adolescencias de todo el país, que nacieron en democracia, que no debemos nunca olvidar que tenemos la responsabilidad de transmitir sostener los valores de esta forma de gobierno para promover la libertad y la igualdad entre quienes formamos la patria. Las heridas del pasado tienen que servir para fortalecer el presente y hacer más sólidos el futuro en el que queremos vivir.