El boom Barbie, un análisis desde la ESI
La mayoría de las mujeres que hoy tienen menos de 50 años se criaron jugando a “las Barbies”. No es un juego menor. No es solo un juego de muñecas. No es una actividad similar a cualquier otra. Jugar a “las Barbies” es casi un juego de rol, donde un grupo de chicas se juntan a recrear historias similares a la realidad, vistiendo esos cuerpos que inverosímiles que nada se parecen a la perfección y, tal vez, idealizando futuros posibles de ser vividos. Mis hijas, que hoy transitan los 26 a 18 años jugaron con primas y amigas a ese universo mágico creado por la firma Mattel; mi sobrina más chica, a punto de cumplir 7 años entra a casa y lo primero que hace es buscar la caja que guarda esos tesoros mientras dice “tía… ¿jugamos a las Barbies?”. Y ahí, mágicamente, empiezan a aparecer y a cruzarse historias de princesas encerradas en torres, mamás que salen a trabajar y no saben donde dejar a sus bebes, amigas que salen de compras o se juntan a tomar el té y hablar de “novios”. Un universo heteronormativo de color rosa fantasía que tiñó -y lo sigue haciendo- a varias generaciones.
Hoy, el mercado de Hollywood nos trae una nueva mirada sobre este personaje. La película Barbie se ha convertido en un boom que ya lleva más de dos millones de espectadores solo en Argentina y que habilita un análisis desde la ESI que no se puede dejar afuera. El film comienza mostrando un mundo feliz y edulcorado, BarbieLand donde las mujeres son todas bellas profesionales, dueñas de casas decoradas con luminosos colores, que visten trajes elegantes y calzan zapatos de taco aguja desde que se levantan hasta que se acuestan. Todas ellas se llaman Barbie y se identifican solo por su profesión u ocupación: está Barbie presidenta, Barbie doctora, Barbie Sirena, Barbie Nobel de Física, Barbie escritora, Barbie jueza y Barbie estereotípica, figura central de la película. En ese mundo superficial, los varones -llamados Ken– son los típicos personajes secundarios de las películas yanquis. Como en la historia real de los muñecos creados por Mattel, Ken siempre fue el acompañante de la estrella mundial de los juguetes “para nenas”. En ese mundo dominado y ejecutado por mujeres, los Ken no sirven para nada. Son musculosos y frívolos, están pendientes de su figura, se muestran tontos, ridículos y se pelean entre ellos por llamar la atención de las bellas Barbies. En ese universo también está el “único” Alan, algo así como el “amigo simpático” de los grupos de varones. Hasta acá, parecería una ficción contada y narrada por cualquier grupo de amigas pequeñas que se juntan a jugar.
El conflicto aparece cuando la protagonista empieza a darse cuenta que algo raro sucede en su cuerpo (los pies ya no la sostienen en punta, la celulitis aparece en sus piernas) y sentimientos de angustia y muerte la persiguen durante el día y la noche. Por consejo del personaje antagónico, la Barbie Rarita, quien está acompañada de otros tantos modelos de muñecas que la empresa decidió discontinuar -como la embarazada, la discapacitada motriz, o la pequeña Skipper, entre otras-, la figura principal protagonizada por Margot Robbie y su alter ego masculino, Ryan Gosling salen de BarbieLand para entrar al mundo real. Si querer spoilear de que va toda la película, la pareja comienza a sortear diversas situaciones que no conocían en su mundo ideal. Barbie estereotípica va en busca de la niña que le provoca esos sentimientos incómodos mientras debe enfrentarse a situaciones bastante violentas, a la vez que Ken descubre el patriarcado: donde los varones son quienes toman decisiones y comandan ese otro mundo.
Munido de varios libros que hablan sobre el patriarcado y los ¿caballos?, vuelve a BarbieLand y da vuelta toda la estructura social que allí existía. Ahora mandan los Ken y las Barbies son figuritas que adornan las decisiones masculinas. Ninguna piensa, no trabajan, no tienen casa y dependen de un varón para ser útiles. Los roles cambian y, en esta nueva estructura, es preciso que las muñecas deban unirse para volver a hacer de su paraíso el mundo en el que las niñas elegirían jugar. Nada más lejos de la realidad de lo que hacemos las mujeres de la mano del feminismo cuando decidimos que es momento de cambiar la situación en la que vivimos. Más allá de la ficción, la película puede servir para trabajar desde la ESI temas como los roles de género, el lugar que ocupamos mujeres y varones en la sociedad, la resolución de los conflictos a través de la unión, cuando las personas se juntan para alcanzar el mismo objetivo. Pero, también, se pueden analizar en ella los prejuicios en relación a los estereotipos; la presión social por la belleza; la discriminación a quienes no representan el modelo hegemónico y heternormativo; la rebeldía adolescente; las decisiones frente a los cambios; lo “natural” y lo construido; los vínculos de amorosidad y cuidado entre mujeres frente a la violencia y la competencia de los varones; y otros tantos, porque seguramente la lista podría ser más larga.
Con aciertos -y algunos desatinos- con un final donde nadie garantiza que una vida igualitaria en derechos y oportunidades pueda ser posible, pero con una Barbie que rompió los estereotipos y va en busca de un destino que le garantice ser la mujer que desea, es una buena oportunidad para ver en familia e, incluso, para abrir el debate en una clase de ESI.